Hace poco una amiga me dijo una frase que me marcó. Estábamos hablando del duelo, del dolor, de la despedida… Y me dijo: «el bosque oscuro…todas sabemos lo que es, pero atravesarlo es otra historia». Y creo que tiene razón. Desde la intuición, todas sabemos lo que es el duelo, podemos conocer sus fases e incluso acompañar a alguien en su proceso, pero vivirlo va mucho más allá de eso.

Todas nosotras ya hemos vivido duelos. Inevitablemente es unas vivencia que nos acompaña toda la vida. Hemos vivido en nuestra piel el dolor de una despedida, ya sea de una persona, de una relación, de un objeto o incluso el de una circunstancia. Un buen amigo que se cambia de ciudad, un familiar que fallece, una historia de amor que se acaba, un macetero de nuestra infancia que se rompe, un ciclo académico que termina o un verano que encuentra su fin. También el duelo se vive ante hechos que no son reales, también ocurre con los sueños. El duelo que viene por el hijo que no es como yo esperaba… En algún momento, todos hemos vivido situaciones iguales o parecidas a estas…
De hecho, no somos la única especie que vive duelos. El dolor que sucede ante la pérdida es algo extendido con muchos animales. Desde perros que aúllan ante el cadáver de un familiar y pierden el apetito por semanas, pasando por madres chimpancés que cargan con sus crías muertas durante semanas, cuervos que realizan funerales hasta delfines que no permiten que se retire el cadáver de un congénere. El duelo en animales es muy similar al de los humanos.
Pero ¿qué sabemos del duelo?
En lo que todas estaremos de acuerdo es que el duelo, duele. Ojo que si duele.
Duele porque además, no es algo que sucede en un momento concreto y se pasa rápido. El duelo es un proceso, y como tal, implica tiempo y toma de decisiones.
El tiempo es tiempo, y cada una tiene una vivencia del mismo. Hay duelos que se pasan en un día, una semana y otros en meses o años. Lo importante aquí es entender que cada duelo es diferente al resto, y sobre todo, al del resto. No sirve comparar mi tiempo de dolor con el de otras personas. Cada una llevamos nuestros ritmos, y resulta fundamental respetar los tiempos de cada cuerpo y espíritu.
Las decisiones, también son cruciales. En este sentido es curioso cómo a veces nos vamos a los extremos, intentando pasar por este proceso de duelo lo más rápido posible y al final lo hacemos de puntillas. Es tan extremo (y tan poco aceptador) la persona que quita el primer día todas las fotos de la persona que ya no está con ella, como la que deja todo tal cual estaba de forma atemporal. Ambos extremos informan de que algo no va bien en el proceso de aceptar la nueva realidad: las cosas ya no son como antes.

Los animales no dejan las cosas tal cual estaban antes de una muerte, pero hacen algo aún más llamativo. Por ejemplo, los macacos cargan con sus crías muertas recién nacidas, aferrándose a su cuerpo y negando su muerte. Cada uno nos relacionamos con la muerte y el duelo de forma diferente.
Ser flexible y adaptarnos a las circunstancias la vida es un factor fundamental para nuestra felicidad. Pero es bien difícil. De alguna manera, hemos aprendido a apegarnos con las cosas que tenemos y a pensar que forman parte de nuestra vida, y en algún caso que serán para siempre. Y es este apego el causante de muchos de nuestros males. Es cierto que no podemos vivir inventándonos la vida a cada rato y que en cierta medida, el compromiso es esencial en la vida adulta. Pero necesitamos fluir con lo que la vida nos pone delante, y en todo caso, confiar. Confiar en que las situaciones, por duras que sean en el corto plazo, son necesarias para nuestro aprendizaje, evolución y bienestar. La vida siempre nos ayuda a avanzar.
Enlazando con esto último, quiero remarcar la palabra aceptación. Creo que es la palabra clave y también la que nos alumbra el camino. Aceptar supone estar en contacto con la realidad, vivirla de forma cercana a los hechos y ser consciente de nuestras emociones en todo momento. Y ambas, requieren mucho entrenamiento.
También al hilo de este tema, me surge el tema del agradecimiento. Si me lees en un momento de duelo, seguramente me dejes de leer o me odies en el resto del texto. Me parece bien. El duelo nos recuerda la importancia del agradecimiento. Precisamente porque todo es temporal, cuando cosas maravillosas nos suceden, una actitud de agradecimiento es vital para ser feliz y atrapar ese instante en nuestra memoria y en nuestras células. Y, (ojo, que voy) el duelo, como suceso de la vida, también nos puede traer gratitud hacia la vida. Me explico.

El duelo es un momento complicado. Si. Sobre todo porque en cada duelo se reabren los anteriores. Si si. Por cada novio que te deja, revives la ruptura con todos los demás. Toma castañas. Y en ese proceso de reabrir heridas, te encuentras con aquello que está sin sanar en ti. Por lo cual, se te abre una ventanita con múltiples oportunidades para curar(te). Además, es en esos momentos de dolor, cuando te cuestionas en qué punto estás de tu vida, hacia dónde quieres ir y estudias la manera de dirigirte a ello. El duelo nos permite reinventarnos. Resurgir. Por lo tanto, si estás en duelo, estás de suerte, porque además como en el duelo juegan parte las decisiones, todo lo que decidas en este momento te ayudará a avanzar.
Si estás como una hidra en este momento y odias este post, fenomenal. Significa que en cierto punto piensas que es verdad lo que escribo, si no, te daría igual. Y si este enfado venía de antes, puede ser que te encuentres en una de las primeras fases del duelo. Teóricamente, se dice que la primera fase es de shock. La segunda es la negación (ejemplos de negación son los de las fotos que he comentado antes o el de los animales con sus cadáveres a cuestas). Después viene el enfado y la tristeza. Imagínate hasta que punto pueden llegar estas emociones, que en esta fase animales como las llamas son capaces de morir al poco de hacerlo su pareja.
Después…¡venga! ¡Ya es hora! Llegan la aceptación y el aprendizaje. En general, es importante aprender a vivir en un mundo en el que esa persona o circunstancia ya no está, para finalmente recolocar a esa persona en otro lugar y seguir viviendo plenamente. Es decir, resignificar la pérdida y darle un sentido útil para ti. Por ejemplo, una sabe que tiene bien hecho un duelo cuando recuerda a esa persona o circunstancia con amor y añoranza, e incluso con una pizca de tristeza, pero sin que nada de ello le inunde. Entiende que esa pérdida era crucial para el desarrollo de su vida después y está agradecida por ella.

Es importante saber, que como todo proceso, no es lineal. No vas a pasar por estas fases como si fuesen una escalera. Vas a ir avanzando y retrocediendo de poquito a poquito.
Para poder avanzar en el duelo, tenemos que conocer a nuestros aliados y a nuestros detractores. Que un duelo sea inesperado o que venga con incertidumbre, no te van a ayudar en nada. Pero bueno, el duelo llega como llega y no podemos elegir las circunstancias.
Por último, quiero resaltar que el duelo es un proceso normal. Honrar las diferencias de los duelos en unas personas y en otras, e incluso, las diferencias de duelo en una misma, es saludable. Cada quien se lo hace de una manera y es perfecto. De ahí que lo compartamos con otros animales.
Aún así, es importante saber pedir ayuda en momentos difíciles y acudir a especialistas en caso de ser necesario. Cada cual tiene todas las herramientas que necesita para superar los retos de su propia vida, y si necesita un empujoncito, seguro que encuentra a la persona y/o especialista necesario en ese momento.
No me lo has pedido, pero me voy a atrever a hacer una serie de recomendaciones que a mí, o a otra gente les han ayudado a atravesar este proceso. Al fin y al cabo si has llegado hasta aquí, algo te interesará el tema…
Aquí van mis tips:
- Es esencial que te rodees de las personas que mejor te conocen y que más energía positiva te aporten. Poder hablar con ellas en confianza, expresando desde tu verdad en cada momento te ayudará a ir soltando. En el mundo animal, rodearse de sus seres queridos es de los bálsamos que más utilizan.
- También en la línea de expresar, crea. Crea todo aquello que te permita materializar fuera de ti tu dolor. Pinta, haz cerámica, escribe, elabora cestas de mimbre, cose. Todo vale. Es una forma de invitar a tus emociones a que salgan de ti.
- Mímate mucho: un baño con agua caliente y sales, esencias con olores suaves en tu humidificador, velas relajantes.
- Crea una lista musical que te permita relacionarte con tu dolor pero que a la vez te ayude a ir progresando. «Volver a comenzar» de Luz Casal, «Tiempo al tiempo» de Mr. Kilombo y Muerdo, «Respirar» de Bebe, «80 veces» de Rozalén, «Tengo una pena» de Marta Gómez o «Confío en mí» de Tamara Hernández son algunos de los títulos que te pueden ayudar. Crea la tuya propia.
- Crea rutinas y rituales que te conecten con tu dolor y tus deseos más verdaderos. Desde escribir en un diario tus pensamientos acerca del duelo, una memoria de agradecimientos diarios o cartas a la Luna. Lo que más te ayude.
- Háblate con amor. Suena cursi. Si. Lo es. Y necesario también. Piensa que la única persona que va a estar contigo toda tu vida eres tú. Tu lenguaje interno es tu amor propio. Autoafirmaciones positivas o mantas te pueden ayudar mucho.
- Para aceptar la realidad de la pérdida, es importante entender el hecho en sí. Si es un fallecimiento, las circunstancias que lo rodean. Si es una ruptura, los motivos. En el caso de no encontrar explicaciones, es sano entender que no todo tiene una respuesta y aún así, si ha pasado, ya es real. La clave es integrar que la pérdida es real e irreversible.
- Para colocar a esta persona en otro lugar y seguir viviendo plenamente, te recomiendo realizar muchas cartas (no tienen que llegar a la otra persona) expresando cómo estás con este tema, realizar visualizaciones de esa persona y la despedida, y seguir dando pasos, cada una a su ritmo, en las actividades de la vida diaria.
- Y por último, para darle un sentido a esta pérdida, utiliza la meditación y momentos de mucha calma y amor contigo misma para imaginar porqué la vida te ha podido poner este reto delante, qué cosas buenas te ha traído y qué espacios ha dejado libres para cubrir, siempre, siempre, siempre, con cosas mejores.

El duelo duele, si. Pero también sana, alivia, abre oportunidades de crecimiento y nos permite reelaborar nuestro sentido de vida.
Me quedo por aquí por si te apetece ayudarme a entender mejor el duelo o compartir alguna cosa relacionada conmigo.
Y por supuesto, te acompaño en el momento en el que te encuentres.
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