Muy ligado al tema del sentido de vida, hoy traigo uno de los movimientos más importantes que he hecho recientemente en mi vida y que me está aportando mucho bienestar.
Tras varios años en los que no me encontraba a gusto en ningún escenario, he dado el paso de vivir en el medio rural. Muchas veces necesitamos vernos en un aprieto grande para dar pasos realmente significativos. Y aquí me encuentro. Tras unos meses de intensa inestabilidad y dudas, quebranto y pérdidas, me estoy rehaciendo con el hilo del amor propio, el ritmo de la naturaleza y el candor de mi propio espíritu.
Si al leerme ves que le doy mucha importancia al concepto temporal: ahora, recientemente, actualmente y términos en esta categoría, es precisamente porque puede que esto sea justamente eso, temporal. Quien sabe.

El título de esta entrada, es el de una canción que me ha acompañado en este movimiento. Manos de mujeres, de Marta Gómez.
Ella dice así:
Mano fuerte, va barriendo, pone leña en el fogón.
Mano firme, cuando escribe una carta de amor.
Manos que tejen, haciendo nudos.
Manos que rezan, manos que dan.
Manos que piden algún futuro, pa’ no morir en soledad
Mano vieja, que trabaja, va enlazando algún telar.
Mano esclava, va aprendiendo a bailar su libertad.
Manos que amasan curtiendo el hambre, con lo que la tierra les da.
Manos que abrazan a la esperanza de algún hijo que se va
Manos de mujeres que han parido la verdad.
Manos de colores aplaudiendo algún cantar.
Mano fuerte, va barriendo, pone leña en el fogón.
Mano firme cuando escribe una carta de amor.
Manos que tiemblan, manos que sudan.
Manos de tierra, maíz y sal.
Manos que tocan dejando el alma.
Manos de sangre de viento y mar.
Las manos son importantes, claro está. Son la parte del cuerpo con la que maniobramos, hacemos, nos abrimos a la acción. Son la parte del cuerpo que sea del género que sea, se relaciona muy mucho con la energía masculina. Y justamente, muchas de las labores que implica la vida rural, están relacionadas con el género masculino, aunque nada en su esencia tienen que ver exclusivamente con él.
Venirme al campo a vivir supone para mi una reconexión justamente con lo contrario: con mi esencia femenina. Y es que las manos, también son la parte del cuerpo de la sensibilidad, de la recepción, de la caricia. Esta nueva etapa en mi vida me ha dado la oportunidad de encontrarme con la mujer medicina que habita en mi, y en realidad, en todas las personas. La que abraza con ternura cada nuevo brote de vida que emana de la tierra. La que se sorprende por la fiereza del aire, que todo lo mueve y todo se lleva. La que se empapa de la corriente de vida de cada tormenta. La que se calienta a través del fuego de su propia armonía. Y sobre todo, la que se sabe cíclica, y está aprendiendo a entender que todo es temporal y que puede que esto, también lo sea.
En el fondo, quizás, este movimiento, no es que me permita conectarme con mi esencia masculina o con la femenina, sino con la comunión y equilibrio entre ambas.