Redirigiendo ruta

A veces me pasa que me paro a pensar en la cantidad de información a la que estamos expuestas cada día. Instagram, Spotify, Facebook, Linked-In. Seguramente incluso hayas entrado a este post gracias a alguna de estas plataformas.

Es innegable que la vida tecnológica ha traído a nuestras vidas cantidad de beneficios. Nos ayuda a tener a un solo clic cantidad de datos necesarios. Nos ahorra tiempo en casi cualquier gestión. Nos ayuda en las actividades de la vida cotidiana.

Está claro que vivimos en una sociedad muy avanzada. Creamos vacunas en menos de un año. Se están diseñando coches voladores. Nos vemos cada día con gente que está a miles de kilómetros. Pero… aggg. Hay algo que chirría en todo el engranaje, ¿no crees?

Para mi hay un sector que no estamos cuidado como es debido: el sistema educativo.

Nuestro sistema educativo no está adaptado a nuestra nueva sociedad y la forma de entender el mundo.

Las aulas de los colegios y los institutos reman a contracorriente para ajustarse a una sociedad avanzada con unos medios muy reducidos. Profesionales sobresaturados. Burocracias infinitas. Recursos limitados ¿sabes a lo que me refiero?

Los avances en materia de educación no han logrado incorporar aspectos básicos en el desarrollo de las personas. La formación en educación emocional y el acompañamiento a guiones de vida con propósito y significado siguen siendo una utopía.

Es cierto que cada vez existen más iniciativas que ponen en relieve la importancia de hacer comprender a nuestros jóvenes qué sienten, qué necesitan, cómo lo expresan y aspectos en este sentido. Pero aun cuando se proponen estos proyectos, no es suficiente.

El sistema educativo no ofrece oportunidades de autoconocimiento y autocuidado suficientes para ayudar a sus jóvenes a crear proyectos de vida laboral que les permitan satisfacer sus necesidades emocionales y dar servicio a la comunidad con sus mejores dones.

Necesitamos orientación vocacional.

La era de los ciudadanos digitales choca de lleno con un sistema educativo analógico. Y está bien. Pero nos encontramos con unos jóvenes que no se conocen a sí mismos. Que no saben qué les gusta ni qué se les da bien. Ni cuáles son sus fortalezas ni valores. Seguramente conocen muchas profesiones, pero no conocen las que ahora mismo se están demandando en sus proximidades o las que más valor ofrecen a la sociedad actual en base a los retos a los que nos enfrentamos como comunidad. Y eso que seguramente estén muy acordes con lo que les gusta y se les da bien. Y en caso de tener claridad sobre qué les gusta y cómo se traduce en una profesión, tampoco han aprendido estrategias para crear un itinerario con sentido para poder dirigirse a ellas.

Contamos con una cantera de jóvenes que tienen dispositivos tecnológicos y herramientas intelectuales nunca conseguidas hasta la fecha. ¿Qué tal si lo aprovechamos para nuestro crecimiento como sociedad?

Sonia Garijo - Cartas espejo

¿Te apetece un punto de encuentro más cercano?

Una vez al mes me asomo a la ventana y te muestro mis procesos más humanos, sensibles y vulnerables.